Monday, November 08, 2010

Altos de Lircay-Siete Tazas vía Guamparo

Entre navidad y el año nuevo del 2009 junto con mi polola agarramos las mochilas y partimos rumbo a la Reserva Nacional Altos de Lircay, ubicada en Vilches Alto (Talca hacia la cordillera), la que junto a los scout había tenido el placer de conocer el año 2007 y a la que volvería a ir sin pensarlo dos veces.

Un viernes por la tarde llegamos al sector llamado “el hotel” en Vilches altos, al final del recorrido de los buses, a eso de las 19hrs, pasamos a tomarnos una bebida y comprar los últimos enseres a un pequeño negocio donde pretendíamos además obtener algo de información sobre la ruta pues hasta ese momento solo creiamos que existía una que conectaba a esta reserva con el Parque Nacional Siete Tazas, para nuestra suerte el negocio pertenecía a una familia dentro de la cual se contaba a uno de los guardaparques del lugar, allí copiamos en nuestras fotocopias de cartas topográficas la ruta que aparecía sobre un mapa ultra cachilupi. También nos enteramos que el parque estaba cerrado a esa hora, sin embargo cuando llego el guardaparques nos sugirió acampar a un costado de la caseta principal y partir al día siguiente luego de pagar nuestro ingreso y dejar avisada nuestro itinerario con los tiempos estimados de viaje para dar aviso a los vecinos de Radal; de modo que la primera noche la pasamos en dicho sector bajo el resguardo de unos bellas fagáceas y con la agradable visita de un zorro.

Al día siguiente nos levantamos bien temprano para levantar campamento, registrar nuestra visita y caminar sin tanto sol. La caminata comenzó finalmente y luego de unos treinta minutos nos a montábamos sobre la ladera del cerro Paine con destino a la Laguna el Alto, la ascensión en principio es bastante desgastadora y luego se vuelve un poco peor pues con la desaparición de los árboles el camino se desarrolla bajo la cruda exposición al sol de la zona central pero una pequeña vertiente a mitad (aproximadamente) permite cargar el suministro de agua. Durante este tramo la belleza del paisaje opaca la inclemencia de los rayos solares y luego de unas 8hrs. Finalmente llegamos a la laguna donde solo habían un par de campistas. Buscamos un lugar cercano a la orilla, montamos nuestro campamento y preparamos algo para comer. Luego de eso el cuerpo exigía un merecido descanso.

El día domingo nos recibió con un poco de flojera y con la moral un poco baja pues no estamos acostumbrados a caminar tanto de un solo pique así que nos hicimos algo para tomar desayuno y nos tiramos un chapuzón a la laguna para quitarnos el sudor luego con ayuda de nuestros bastones y sacos de dormir armamos una pequeña estructura para capear el sol y jugar unas cuantas partidas de carioca.

A eso de las dos de la tarde y luego de almorzar nos decidimos y emprendimos el camino hacia el enladrillado, el camino es bastante inhóspito pues el intemperismo y frío que han provocado una gran meteorización de las rocas junto con la falta de vegetación arbórea dan la sensación de caminar por un paisaje lunar donde hay que tener constante cuidado y evitar torcerse los pies. Así fue hasta que tras unas cuatro horas llegamos al mítico enladrillado que por la disposición en loza de sus rocas dieron la fama a lugar sobre el que se dice sirve (o sirvió) como pista de aterrizaje de naves extraterrestres. Dimos un par de vueltas por el sector, vimos marcharse unos pocos visitantes que fueron durante el día y desde el sector tuvimos una gran panorámica del “valle del venado” y una gran cascada que se llama según creo el “velo de la novia” del cual no estoy muy seguro porque la mitad de las cascadas en Chile se llaman de esa forma o “el salto de la leona”, buscamos en lugar en un sector sin mucho viento y donde habían muchas pircas armamos nuestra carpa. Al caer la noche la oscuridad, la soledad y las viejas historias sobre extraterrestres surtieron efecto y nos mandaron a la carpa como unas nenas asustadas desde donde el menor ruido nos sugestionaba así que hicimos tripas corazón y nos pusimos a dormir.












El lunes ya un poco mas “resignados” a seguir caminando nos levantamos temprano y bajamos durante unas 2,5 horas hasta el camino principal donde se encuentra el cruce hacia el valle del venado donde almorzamos en una pequeña pérgola donde tuvimos nuestro ultimo contacto con otras personas. Desde aquí el camino se transforma en una pequeña huella que se debe seguir básicamente por instinto, siempre considerando que la idea es montarse sobre el cordón del Guámparo que se yergue imponente a varios kilómetros de distancia, el tramo fue bastante crudo pues tuvimos que cruzar varios lomajes desprovistos de vegetación y un gran tramo lleno de pequeñas rocas del tamaño de un melón lo que hacían de la caminata algo muy desgastador, al llegar a las faldas del Guámparo vimos unos pequeños posones que nos tentaron a concluir la jornada, sin embargo mi testarudez y la idea del alcanzar un posible refugio sobre el cordón que habíamos visto en el mapa, el primer día, sin embargo el destino diría otra cosa y después de haber caminado 8hrs desde el cruce por tramo realmente agotador no encontramos mas que una gran planicie llena de piedras que tuvimos que despejar para hacer una pirca contra el viento y que permitieran montar la carpa.

La mañana siguiente la gran vista que teníamos del volcán descabezado grande nos tenia una fatal sorpresa pues la única cámara que habíamos llevado dejo de funcionar y nos privo de esas imágenes que de todas formas quedaran para siempre en nuestros recuerdo

además el desayuno aparte de quitarnos el hambre agoto nuestras reservas de agua y tuvimos que bajar un poco por una de las laderas en busca de algo de nieve y seguir nuestro camino sin miedo a la deshidratación. El camino tenia un par de vega donde pululaban cantidades de tábanos y coliguachos los que nos hicieron sacarle al mundo la madre y ya nuevamente sin agua decidimos bebernos una que en condiciones normales no utilizaría ni para lavarme las patas, así estuvimos largo rato hasta montarnos por una especie de cornisa meteorizada desde donde ya podíamos ver el valle del parque 7 Tazas, por donde bajamos, bajamos y bajamos hasta llegar a un pequeño claro en un bosque de robles junto a un pequeño arroyo de aguas extremadamente frías, la Caro ese día tomo un pequeño baño mientas yo con suerte me lavé los dientes. Ese día tardamos 6 horas en el trayecto. El sitio era muy tétrico no se si por la soledad, la presencia de una piel de oveja o porque estábamos muy sugestionados; ya acostados un ruido similar al de un mono nos dejo con el culo en la mano, años después en un curso de ornitología me enteraría que era un búho llamado Concón (el que pueden escuchar en http://www.xeno-canto.org/sounds/uploaded/KATPWIHYXH/001_concon2.mp3).

El último día de caminata estuvimos cuatro horas caminando a por un camino comparativamente menos atractivo que los del vecino parque, hasta que finalmente logramos llegar al sector del Parque Ingles que esta lleno de negocios y sitios para acampar, por un tema de precios decidimos acampar en el de la CONAF. Luego de una ducha, un par cervezas y unos panes con tomate volvimos a probar la cámara y nos dimos cuenta que aun servia para hacer videos que con la ayuda de posteriores pantallazos nos dieron nuestras últimas fotos del paseo.

Finalmente hicimos dedo hasta la siete tazas, nos dimos unos chapuzones en el pozon bajo el Salto de la Leona y luego de subirnos a una micro hacia Molina dimos por terminado nuestro viaje.

Imprescindible para hacer la ruta: bloqueador, gorro, lentes para el sol y cocinilla para no afectar la vegetación del lugar.

--

Toma tu mochila y sal a recorrer el mundo!

Saturday, November 06, 2010

Isla de los Uros, Puno, Perú

Son pasada las cuatro de la tarde y luego de viajar un par de horas desde Copacabana con mi hermano menor debemos esperar, cuidando las mochilas, en el terminal de Puno mientras Seba y Pancho van a cambiar algo de dinero al centro. Al principio la tarea parecía sencilla pero luego de un rato, algo desesperados por el aburrimiento, comenzamos a tomar turnos para poder mover las patitas al interior del rodoviario, en uno de mis tantos paseos entré a la oficina de turismo, recordé las fotos de algunos amigos que visitaron las Isla de los Uros y dentro de mi consumismo y curiosidad no podía quedarme tranquilo partiendo de allí sin conocer el lugar.

Cuando comente mis planes los otros tres casi me matan, me piden que no llegue tarde para el próximo bus y que ellos prefieren ir a almorzar en lugar de perder el dinero en un paseo. Comencé a hacer las transacciones con los trabajadores turísticos, luego de un par de llamadas y unos 15 soles se concreto todo: me subí a un taxi y después de un rato ya estaba arriba de un pequeño lanchón con solo tres personas más al interior: un argentino con su novia danesa y un peruano en proceso de obtener nacionalidad boliviana. Al rato un par de muchachos no dicen que el bote no puede partir con menos de seis personas de modo que debíamos esperar a que subieran dos pasajeros más o bien pagar la diferencia, en eso estuvimos hasta que finalmente decidieron llevarnos a los cuatro sin modificaciones en la tarifa.

Con el olor a bencina del motor se daba inicio al paseo que estaría cargado de sorpresas pues ya

alejados de la costa lacustre el joven capitán con su ayudante no paraban de revisar el motor y buscar algunas herramientas mientras la embarcación mantenía rumbo fijo hacia una pequeña península a nos mas de medio kilómetro: el timón no funcionaba! Así que con una pequeña cuerda y un palo de escoba improvisaron el control de este desde el mismo motor y un poco antes de llegar a la otra orilla retomamos nuestra dirección original y nos adentramos por una especie de carretera acuática delimitada por totoras. Luego de unos 45 minutos ya pisábamos una de las islas flotantes y el jefe de la comunidad nos daba la bienvenida.



Al parecer hay tantas islas como familia tiene la

comunidad, a la que llegamos se veía todo dispuesto para recibir a los turistas pues dos grandes tubos de totora servían como cómodos sillones para los viajeros, los que atentos escuchábamos al hombre dictar una pequeña clase sobre el funcionamiento de la comunidad y con una maqueta nos muestra como gracias a la acumulación de grandes cantidades de totora las islas son capaces de mantenerse a flote, luego de lo cual destapa un agujero por el que introduce con gran fuerza un palo que saldría disparado a la superficie comprobando que efectivamente era una isla. Ya terminando la charla no cuenta sobre las penurias que deben pasar asociado a su aislamiento y que sus ingresos los reciben de turistas como nosotros así que nos invita a comprar algunos regalos en una improvisada feria artesanal, yo sin mucha plata prefiero recorrer el islote y tomarme un par de fotos aprovechando la poca luz de día que iba quedando, finalmente accedo y compro un pequeño barquito de totora para mi madre…momentos antes de irnos nos invitan a un paseo un tradicional barco de totora por una módica suma (10 soles creo que eran), a esas alturas ya estaba resignado a gastar mas del dinero que me quedaba de modo que, conmovido por las penurias que me comentaron accedí y tome el paseíllo.


Mientras cruzamos hacia otra isla el papa y la mama Uros remaban mientras hacían cantar a sus dos pequeños hijos canciones de gratitud en diferentes idiomas consiguiendo (con esa muestra de trabajo infantil) volver a conmover mi espíritu y que entregara las últimas monedas bolivianas que tenia reservadas para un amigo que las colecciona.

La islita a la que llegamos era notoriamente más comercial pues tenía unas chozas con puestos de comercio artesanal, un pequeño comedor y hasta unas habitaciones donde por 15 soles puedes pasar la noche. Con un poco de hambre por la falta de almuerzo me compro un pan con queso. Y cuando va cayendo la noche nos piden ayuda para levantar una casita en a un lugar previamente rellenado con totora, pues cada cierto tiempo comienzan a hundirse y necesitan reparar la plataforma que las sustenta, en esas labores estuvimos unos veinte minutos.

Al regreso fue necesario volver a reparar el timón y sin luces des hicimos el camino hacia el puerto. En el camino nos encontramos con otro bote que había quedado en panne. El reloj seguía avanzando y con ello el miedo de perder el bus y seguir gastando parte del dinero que se hacia mas escaso, sin embargo todo salio bien y llegamos sin mayores novedades a nuestro destino. Antes de bajarme le pregunto la edad al capitán y su ayudante: diecisiete y dieciséis respectivamente…es crudo ver como otras realidades dan cuenta de un trabajo infantil, aparentemente, promovido políticamente.

Ya en tierra firme, junto con el argentino y su novia, me subo a un taxi que nos lleva al terminal, al bajar me encuentro con mi hermano y amigo, les pido un par de cigarros y algo de bebida, le comento un poco la travesía, me cuentan que tenían pensado dejarme allí para no perder los pasajes (yo también hubiera hecho lo mismo) y luego de unos minutos nos subimos al bus con destino a Tacna, viaje que tambien estuvo lleno de aventura pero eso será parte de otro relato.

--

Toma tu mochila y sal a recorrer el mundo!